
"¿No es acaso Liberador?
Ese pequeñísimo detalle, mísero, casi imperceptible en nuestros agitados días, donde el que es más ruidoso y llamativo es el rey de estas miserables junglas modernas, aquel que posee mayor posibilidad de llamar la atención de sus pares, de aparearse y así transmitir su código genético... La piedra filosofal, el verdadero secreto de la inmortalidad.
El Legado.
Si.
Todos y cada uno.
Respirando, levantándose a las cinco o seis de la mañana, alimentando el libido en vacías fantasías visuales, trabajando, comiendo, defecando, destruyendo, creando, soñando, viviendo, riendo, bebiendo, follando, masturbándose y llorando.
Inagotables repertorios en los predecibles y repetitivos libretos del ser humano, el mamífero lampiño y sin zarpas.
Todos, una y otra vez, con el único objetivo de transmitir nuestro preciado D.N.A.
¿Que me dices?
Las mejores marionetas del Universo. Si, Muy posiblemente. Y la ciencia... Como la más devota de las madres, siempre atenta a explicarnos el por que de todo...
¡Apuesto los malditos cinco dedos de mi mano izquierda a que se queda corta antes de poder saber lo que estoy a punto de hacer. Ni el por que!"
Dos gruesas gotas de sudor me hacen olvidar levemente el discurso mientras resbalan por mi frente en aquella sofocante habitación. Una suerte de cuchitril miserable de 2 x 2 Mts de madera, lo que en aquella hora del día y en aquella época del año, era prácticamente un sauna. Claro, sin las comodidades de tal.
Una pequeña ventana de ventilación limitada, abierta pero con un viejo cubre camas a modo de cortina protegía la estancia de los rayos del astro rey, así como de las posibles ventilaciones furtivas. Siendo iluminada por una suave bombilla de unos cuarenta watts que colgaba al más viejo estilo de las salas de interrogatorio de las películas policiales de los 90's.
Caminaba algo nervioso, rodeando la silla que permanecía en medio de la estancia.
Bueno, unos pocos pasos bastaban para rodearle.
La verdad es que estaba muy nervioso, nunca había hecho algo como aquello, y francamente nunca, ni en lo más remoto de mi mente imaginé que llegaría a estos extremos. Pero la desesperación es cruel, e igualmente ignorante a todas y cada una de las leyes de la cordura.
Por más que mi huésped estuviese en el más sepulcral de los silencios y en la más estática de las quietudes.
"Quizá eso era control... O tal vez miedo. Si, sin duda era miedo, como el que un mortal tendría al verse en la impotencia de enfrentarse a su creador".
Aún así, es una situación sumamente desagradable para mí, lo juro.
Desagradable, pero necesaria.
No podía darme el lujo de flaquear. Menos ahora.
Recuerdo el tiempo, las largas horas en aquellas cálidas noches de verano a su lado, o esos hermosos pero fríos atardeceres invernales acompañados solo por el incesante y poderoso sonido de la lluvia en el aquel precario pero romántico tejado.
¿Cuantos años habrán sido? Ya ni era capaz de recordarlo, solo sabía que habían sido muchos.
Todo ese tiempo de inversión, de trabajo constante, codo a codo... Echado todo por la borda.
¿Como no sufrir aun que sea un poco por ello?
¿Puede acaso levantarse el dedo y culpárseme por ello? Sin duda esto me duele más a mí. Puedo apostar mi otra mano y hasta el antebrazo a ello.
Esta molesta y fría sensación del sudor de mi mano y el metal de aquel objeto. Tantos años sin usar algo así, y jamás pensé que llegaría a usarle para una ocasión semejante.
Menos con lo que más amara una vez en toda la faz de esta malsana Tierra.
Hago sonar aquel instrumento solo para recordarme lo real de esta onírica situación. Ese ¡click-clack! tan pequeño, fugaz y a la vez poderoso. Un sonido tan escuálido sin duda ante los colosales bocinazos de nuestra actual contaminación acústica.
Insignificante ante el poderoso ladrido de un Rottweiler, o incluso ante el pintoresco ringtone de un teléfono celular de hoy en día.
Pero tan imponente en esta ocasión... Tan cautivador y a la vez horrible.
"Click- Clack!"
"¿No es jodidamente abrumador?
Tan glorioso e inminente, como cuando se mata al malo en las películas de suspenso.
Tan malditamente aterrador, como lo que seguramente sentían en sus estómagos los gladiadores en el coliseo en espera del imparcial pulgar del emperador."
Bueno, los que aún conservaban un estómago.
¿Y si me largaba y olvidaba todo aquello?
¿Adiós, buena suerte y tan amigos como siempre?
"Creo que me he estado obsesionando por algo muy insignificante, ¿Sabes?, a veces no puedo evitar ser tan Tiquismiquis. Cosas pequeñas pueden desbordarme...
Desde luego, pequeñas para el mundo, pero no para mi. Para mi son sumamente importantes. Pueden ser tan valiosas y notables para todos como caca de hormiga pero para mi valen lo mismo que podría llegar a valer un diamante negro en bruto arrancado desde las entrañas mismas de la Atlántida...
Y Esto!..."
Enfurecido frente a la silla, mostrando mi diabólico instrumento para aquel propósito. Me segué de ira y actué.
Ya no podía dar pie atrás.
Ya no podía.
"CLICK-CLACK"
"...ESTO ES MI DIAMANTE NEGRO!!"
Dejé caer el Zippo encendido sobre las incontables hojas de mis escritos, libros, cuentos, poemas y hasta una novela.
Embadurnados todos en el particular agridulce y volátil perfume de la parafina. Descansando enmudecidos sobre la siempre fría y algo oxidada silla de metal, donde tiempo atrás me sentara a escribirlos.
Me quedé viendo como las llamas devoraban todo cuanto hube amado y creado.
Me quedé y vi a las flamas danzar hasta que parecían enloquecidas por no tener más que de que alimentarse.
Apagué el fuego, y me quedé un instante luego de que el humo abandonara la habitación para sentir el singular olor de aquellas cenizas.
Afuera. Ya estaba pronta la puesta de sol y una bella y radiante Luna llena se asomaba desde la cordillera.
Daría una vuelta sin duda alguna, luego me retiraría a dormir. Quizá me hubiese fumado un cigarrillo, pero recordé que había perdido el encendedor, y que dejé de fumar hace cinco años.
No, no sería capaz de dormir así como si nada en una noche como aquella.
Antes sin duda escribiría... Si, escribiría.
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