martes, 22 de diciembre de 2009

Brother Wolf Sister Moon


Embrace the wind with both arms
Stop the clouds dead in sky
Hang your head no more
And beg no more
Brother Wolf and Sister Moon
Your Time has come
Brother Wolf and Sister Moon
Your time has come and the wind will blow my fears away
And dry my tears away
And the wind will will blow my fears away
And dry my tears away.




By The Cult

miércoles, 16 de diciembre de 2009

La Bestia y el Amo


"De hecho fue bajo un símbolo exquisito que los hombres velaron, hace mucho tiempo, su conocimiento de las fuerzas más terribles y secretas, fuerzas que se encuentran en el corazón de todas las cosas; fuerzas ante las cuales el alma de los hombres se marchita y muere, y se ennegrece, como sus cuerpos al electrocutarse.
Tales fuerzas no pueden ser nombradas, no se puede hablar de ellas, no pueden ser imaginadas excepto bajo un velo o un símbolo, un símbolo que a la mayoría nos parece una imagen exótica y poética, mientras que para otros es un disparate."

"Arthur Machen, "El Gran Dios Pan".





Las estrellas temerosas daban la bienvenida al ocaso, su señor.
Los perros aullaban en la lejanía, probablemente desde kilómetros y kilómetros de distancia. Quizá incluso lo hacían también en algunas naciones cercanas... ¿O por que no? Quizá lo hacían en todas las naciones. Desde luego, él lo creía así fervientemente. Aquella era la noche perfecta, no había la menor duda, desde años había sido predicha, en los éxtasis junto a los chamanes Náhuatl, en las secretas conversaciones a las luces del Walpurgis junto al erudito Eliphas Leví, así como en las entrañas aun tibias y palpitantes de la cría de un carnero bajo un eclipsado sol de invierno.

Ya a muy temprana edad, luego de recibir las iniciaciones correspondientes en los misterios menores y mayores, supo de su existencia, de las sombrías historias prohibidas por los ancianos maestres y temidas por todos los adeptos y aprendices de su logia. Historias remontadas a la época de las primeras dinastías de magos, sacerdotes y faraones del viejo país de Khem.
Dedicó su vida a su adoración y búsqueda. Logrando en ningún momento el contacto del oscuro todopoderoso y absoluto. Consiguiendo en cambio ser por ello exiliado de las magníficas cortes por sus hermanos y compañeros, quienes además silenciaron la mayoría de sus aptitudes ante tan heréticas inclinaciones.
Pero a cada ofrenda, a cada rito desarrollado en la noche indicada... A cada sacrificio de sangre con el sigil y ceremonia correspondiente. Cada solsticio en que danzaba acompañado de las sacerdotisas de Lilith, con quienes se vinculara en sangre a través del Muladhara chakra.
Cada noche en que un neonato sin nombre era arrojado por sus manos a los ardientes infiernos de Adremelek, uno de los tantos avatares de su señor adorado. De las formas más "indirectas", "extrañas", "casuales", "increíbles" y en ocasiones casi "imposibles", detalles y pistas hacia conocimientos llegaban como regalos hasta sus propios ambiciosos dedos.
Y así, con las arenas del tiempo bajo sus pasos, usó esos conocimientos para amasar, influencias, fortunas, placeres, y más saberes, incluso aquellos por sus antiguos maestres temidos y prohibidos, pero necesarios para burlar a la muerte.

Utilizó esos años para perfeccionar sus artes, potenciar sus conocimientos y buscar incesantemente a su amo.
Estudió en diversos tabernáculos de arcanos y siniestros saberes, en bibliotecas veladas a los ojos de los buenos y temerosos del infierno judéo-cristiano. Fraternizó con logias y hermandades secretas, tan rechazadas como temidas por las otras. Participó en ceremonias diversas, y fue guía de muchos cultos, tanto en sus años de oscurantismo como en lustrosos salones de la modernidad y en compañía de refinados caballeros adeptos. Incluso fue muy buen amigo y colaborador de un infame brujo de a principios del siglo XX conocido como "El Hombre más Desagradable del Mundo", que a decir verdad, a el le parecía bastante agradable, y de un sentido del humor sumamente sin igual.

Su relación fue bastante cercana con perversos sacerdotes de cultos olvidados, druidas pervertidos, sabios caníbales que Vivian desde hace casi tanto tiempo como él y ancianas delirantes que cantaban alabanzas a un oscuro dios de los exteriores del cosmos mientras se alimentaban de hongos y de las pestilentes pieles de los residentes del cementerio de Montmartre.
La mayoría de ellos hablaba de historias del medio oriente, donde se temía profundamente a un viajero errante ante el cual se inclinaban los fellahs, quienes, tras incontables años de servidumbre nunca fueron capaces de ver su auténtico rostro. Vestido siempre con túnicas rojas como el sol poniente, ante quien, las bestias más salvajes del mundo se apiñaban para lamer sus indescriptibles manos.

"El oscuro mensajero de los dioses, portador de las tormentas estelares de oscilante oscuridad y caos.
Un verdadero Hermes de los abismos más negros e insondables.
Un Thot de las dimensiones más torcidas y negras. Amo del purulento caos reptante."

La mansión se encontraba en absoluto silencio... Los fulgores y ruidos de las metrópolis estaban alejados por suficientes hectáreas de bosque y por una altura envidiable que proporcionaba la falda del cerro donde esta se encontraba, seguido de hermosos jardines celosamente vigilados por implacables perros dobermann bien entrenados.
Los elegantes pasillos y salones, llenos de exquisitas esculturas de arte greco-romano, por maravillosas piezas de grabados cuneiformes, imágenes en cerámica egipcia, estatuillas y cráneos alargados del periodo Obeid, así como de magníficos oleos y retratos de deliciosas ninfas, diosas y demonios amándose con locura, y devorando su progenie, iluminados por hermosos candelabros de plata, y por la mirada de los silenciosos y leales acólitos y sirvientes del maestro de toda aquella lúgubre opulencia.

Los aullidos aun llegaban hasta la tenuemente iluminada recámara del altar.
Todo estaba perfectamente elaborado y trazado. Las dagas rituales de plata bañadas en veneno de áspid, los amuletos, los objetos fetiches animales, la mano de gloria, bañada en cera de abeja, cortada previamente a un ahorcado en una noche de plenilunio, los sacrificios correspondientes, los pentagramas elementales necesarios, las siete lanzas formando la estrella de siete puntas. la alineación de las estrellas también era más que correcta, era exacta.
La sangre que bañaba sus manos y el puñal que tenía a su diestra ya se encontraba seca, los hombres y mujeres que le rodeaban, degollados y mutilados en el piso ya hace bastante rato que habían dejado de tener sus órganos trémulos y calientes.
Llevaba cerca de tres horas parado en medio de la sala con los atuendos rituales, mirando hacia la Casa de Boleskine, latitud 57.14 Norte, longitud 4.28 Oeste. "La casa Ceremonial de la Bestia", tal como los ancianos sacerdotes siglos atrás le habían indicado. Y aun no sucedía absolutamente nada más allá que la gorda gota de sudor que se comenzaba a deslizar con algo de dificultad por su frente.

No lo entendía, la ceremonia de convocación se había realizado tal como debía ser. Cada paso.
Y él... el no llegaba a su llamado.
Quizá algún error no contemplado previamente. Alguna letanía, alguna palabra no pronunciada... Completamente olvidada. O algún trazo matemáticamente erróneo, alguna correspondencia no contemplada como debía. Pero eso era imposible! El era un hechicero magno, un ser por sobre las limitaciones y paradigmas de los hombres mortales, tanto a nivel mental como físico, llevaba años, siglos enteros estudiando cada detalle, sin duda no había error. Entonces era aun menos capaz de comprender que sucedía, ¿Acaso era indigno a su presencia?, ¿Acaso era...
Tres golpes en la puerta de entrada irrumpieron en sus frustraciones. Un zarpazo de ira golpeó luego su flagelada mente, como alguien osaba interrumpir sus labores en aquella noche, donde había dado estrictas ordenes de no ser interrumpido ni siquiera por una explosión nuclear... ni siquiera si todo el trabajo de siglos y siglos no había servido para absolutamente nada.

- Di estrictas ordenes de no ser molestado!! - Exclamó comenzando a ser devorado por un profundo estado de incontrolable rabia.

Tres Golpes mas, ni muy suaves ni muy violentos, absolutamente monocordes, exactamente como los anteriores, se hicieron oír nuevamente en la madera de su puerta, seguidos por lo que parecía ser el sumiso gemido de unos perros.
El frustrado hechicero se retira de su posición ceremonial, sosteniendo con aun mayor fuerza la daga en su diestra, dirigiéndose velozmente en dirección a la puerta.

- He dicho que no quería ser molestado!! - Exclamó furioso casi en un gruñido, tomando con su mano izquierda la manilla de la puerta para abrirla violentamente. - Es que acaso nooo..... ahhh! - Al abrir la puerta, el hechicero inmediatamente mutó su gesto feral en una horrible parodia de esta consumida por un terror absolutamente incomprensible, su cuerpo pareció repentinamente perder toda fuerza vital, como si todo ese tiempo evadiendo a la muerte hubiese llegado en ese momento a su fin multiplicado por un millón.
La daga calló al piso, seguida de sus rodillas. Un dolor punzante se apoderaba de todo su ser, mientras sus poros comenzaban a excretar levemente algo de frío sudor con leves tonalidades sanguinolentas.
En el umbral de la puerta, un hombre alto y muy delgado, con cabello corto, oscuro, ojos muy oscuros, de un brillante iris negro, vestido con una especie de traje y calzado del mismo color, vestimenta elegante, pero como desgastada por la notable huella del tiempo.
Sus huesudas manos eran lamidas con devoción, cada una por tres de los perros Dobermann que custodiaban los exteriores de la mansión.

- Qui... quien, eres, tu? ¿Que deseas? - Preguntó la agotada voz del hechicero mientras torpemente trataba de ponerse de pie.

- Tu eres quien desea. - Respondió una monocorde voz desde la garganta del visitante. - Yo simplemente Soy.


La mansión fue visitada a la mañana siguiente por la policía local, quienes llegaban al lugar alertados por unos jóvenes campistas de la zona que aseguraban haber escuchado por la noche sonidos como de frenéticas risotadas y terribles gritos desde dicho lugar.
Dentro de ella, se encontraron diversas obras de arte, objetos de colección, así como un sin fin de chucherías ocultistas, además de varios cadáveres sin heridas visibles pero en actitudes extremadamente dolorosas de quienes parecían ser los sirvientes de la casa.

En el tercer piso, en la habitación principal, el escenario absoluto de lo que parecía ser un homicidio ritual. Seis cuerpos, tres hombres y tres mujeres, todos desnudos y mutilados, sin embargo en actitudes mucho menos aterradoras que los anteriormente mencionados. La única señal de vida, eran seis perros dobermann que debieron de ser abatidos por los agentes por ser poseídos por una especie de insaciable agresividad. Los animales no dejaban de roer el cadáver de un hombre muy alto y delgado, otro de los sirvientes de la casa, cuya ropa se encontraba curiosamente algo más desgastada que la de sus compañeros de labores.
Del dueño de casa, ningún rastro logró encontrarse.

Un par de meses más tarde, se rumoreaba entre las personas de la ciudad cercana a la mansión que conocían al señor de vista, que pocos días luego de los macabros acontecimientos en la mansión, se le había divisado cerca del parque zoológico, vestido con ropa algo vieja y roñosa para su alcurnia, y como un demente ignorante ante todo peligro del mundo que le rodea, se le vio introduciendo la mano dentro de la jaula de un tigre de Bengala.
La continuación de este rumor es de bastante irregular carácter, tendiendo a variar mucho dependiendo de la fuente de su procedencia. Por su puesto era solo un rumor, y en ningún momento fue tomado en serio para los reportes policiales.
pero por años luego de lo ocurrido, al menos dos de tres personas que decían haber escuchado de un fiel testigo aquella historia del excéntrico desaparecido en el zoológico, decían haber oído que al contrario de lo que todo hombre en su sano juicio cree al respecto de la osadía o demencia de aquella situación entre el siniestro hombre y el Tigre.
La bestia no hizo más que lamer su mano tal como un gatito lo haría con la de su amo.

32


32 bellas tonadas aun resuenan en mi cabeza, acompañadas cada una por las incontables gotas de lluvia que gritan mi nombre regurgitado por el tiempo desde las cancerosas callejuelas del olvido, una y otra vez...

32 fueron los pasos que diera tu flagelado y débil cuerpo antes de sucumbir al frío y brutal beso que el asfalto mojado ofrecía.

Caminamos de noche por el eterno laberinto, guiados por el ansia y los trazos sangrientos de Abadon, guiados por el perfume de las entrañas aun humeantes de cientos de querubines mutilados por su inocencia; seducidos por la melodía de los carroñeros desgarrando sus despojos; y excitados hasta niveles extremos por los bellos cabellos rubios de los jóvenes ángeles mezclados con la impureza de las corruptas lluvias y el carmesí de su propia bella y refinada sangre. Entonces caemos sobre los pequeños cuerpos destrozados aun tibios y palpitantes, acariciando frenéticamente con nuestra lengua aquel néctar derramado por centurias en nombre de los placeres del altísimo, Fornicando por su eterna gloria con los cadáveres de gentiles doncellas que en vida se negaron a sonreírnos.
A sonreírme...

32 fueron las noches de vigilia que conté en silencio mientras rebanaba mi virilidad en la vaciedad de mis pesadillas, deseosas de derramarse en la suavidad de tus labios atormentados y bellos.
Y en vano las gotas que transportan mi ser, vinculo agónico de mis astillados y patéticos deseos, terminan por alimentar el aire que solo conoce la tibieza de la respiración de aquellos que habitan en los sombríos salones de mis infiernos.

32 lanzas penetraron mi pecho cuando los cielos ennegrecidos cual manto del Nar-Mataru, se tragaron al cuerpo crucificado del hijo del hombre, sacrificado como ofrenda a un anciano demonio que con las vestiduras de Dios, rige el espíritu y corazón de los débiles que dicen gobernar aquello que jamás llegaran a conocer.

32... 32 fueron los sueños que arrojé a las calderas de Birkenaw mientras gritaban y suplicaban por aun conservar sus tórridas pieles chamuscadas por los horrores que aun mastican la perdida prematura de vuestra desolada infancia.

32, 32, 32....... Treinta y dos eran las almas que anhelaban conocer los jardines del Amenti antes de que mis manos les otorgasen la redención.

Ahora ya nada debe preocuparte mi bello sortilegio...
Con mi mano izquierda aprieto el cuello, y con la derecha tomo el martillo del bolsillo de mi gabardina.

Cierra tus ojos y sonríe mi ángel...
Hoy contaremos hasta él número treinta y dos...
Lentamente.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Larvae


"Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate"

Como tomar una pequeña pildora alucinógena.
Una pildora especial, capáz de alejarte de toda tu miseria, física y espiritual. Material e Intelectual. La miseria es miseria al cabo y como una larva anida y devora todo lo que se posée o se puede llegar a poseér. O lo que se crée poseér...
No, eso no posée larva... La larva eres tu mismo que al encontrar una bella pieza de ébano del más puro, ansías deleitarte de su aroma y hacerlo tu perfume personal. De su superficie bendita por los dioses tornárla en el deléite de los ángeles de tu corazón. Todo para ti... y como la larva que eres lo devoras, lo corróes...
Lo haces tuyo entre tus informes dientes de gusano...
Las lagrimas caen en silencio y en absoluta invisibilidad, como un secreto que no será jamás revelado. Como un verso que jamás admitirá su raíz en el mundo de lo tangible. Y morirá en el más seco de los desiertos del espiritu humano. Olvidado por siempre jamás en los altares pantanosos de ultrajadas nereidas. Dejado sobre la tumba de un viejo rey como una bella roca negra.

Llamo a la noche a que me de fuerzas para ver con mis ojos mis verdaderos sofocados reinos áridos en añejas ventíscas sepia. Pues la fiereza se ausenta cuando el corazón late nuevamente en estos océanos de amarga absénta.

Yo te escribo esta noche larva de la estática pena y la constánte apatía.
Te escribo para que me abandones para siempre.
Y me dejes en este ruidoso silencio soportar aguerrido mis estúpidas heridas.

No seré tu crisálida o querida larva mía. Pues tu alimento es mi pira interior.
Y mis lagrimas cristalizadas tu sazón.

Te escribo y te dejo atrás.

Yo soy la serpiente que se traga, reguirgíta, denuevo traga y digiere a la gorda larva rellena de mi coagulada sangre.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Avatara de Lua


No imaginas cuantas noches sin Luna busqué...
No imaginas cuantas tardes sin lluvia añoré...
No imaginas sobre cuantos desiertos sin dunas, sin un nombre ni una causa caminé...
No imaginas cuantos días sin Sol en mi vigil tormenta soporté.

Eones de sueños apagados, fumigados con una sola de tus miradas...
Inmensas legiones de oscuros demonios purgadas por la pureza de los rayos del Sol que habita en tu sonrisa.

Avatar de la Luna que viajas hasta mi.
Me elevas tan alto, que soy incapaz de distinguir el suelo del cielo...
Me sostienes en tus zarpas, con la fuerza de los océanos...
Me devoras con ansias depredadoras... me revitalizas como una fuerza Omnipotente y abrasadora.

Y en esos momentos me siento ínfimo por no dejar fluir las vertientes de la creatividad en honor a tu poderosa belleza.
Mas sonrío en vuestros eternos vendavales, pues se me azota con violencia en los confines insondables de la Naturaleza, mientras soy amo y poseedor de la absoluta certeza de que me revelo ante sus tenebrosos designios de Imperatrix Tempesta...
Elevándome en la serpiente que se alimenta de mis infiernos.
Elevándome sobre esta, de tu mano... hasta el cosmos por las deliciosas y terribles luminiscencias de los dioses del Universo.

No imaginas como con tu sola sonrisa destruyes Universos estelares que rondan mis travesías aullantes.
No imaginas como con el más leve brillo de tus ojos es suficiente como para incinerar miles de nebulosas e iluminar la vastedad de mis una vez ennegrecidos cielos.
No imaginas como con la menor y más trémula de tus ideas, provocas la muerte definitiva y concepciones infinitas de mundos de prodigios ilimitables...

No imaginas como me transmutas en una parte de tu inmortal espíritu, en uno solo de esos fragmentos de tiempo en que tus labios me capturan y me hacen su presa.
Coronándome con doradas guirnaldas del Árbol empíreo.
Trayendo incandescencia al corazón de mi sol Oscuro y Eterno.


Pour vous et seulement pour vous, ma princesse de la terre promise.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Adicción



"¿No es acaso Liberador?

Ese pequeñísimo detalle, mísero, casi imperceptible en nuestros agitados días, donde el que es más ruidoso y llamativo es el rey de estas miserables junglas modernas, aquel que posee mayor posibilidad de llamar la atención de sus pares, de aparearse y así transmitir su código genético... La piedra filosofal, el verdadero secreto de la inmortalidad.

El Legado.

Si.

Todos y cada uno.

Respirando, levantándose a las cinco o seis de la mañana, alimentando el libido en vacías fantasías visuales, trabajando, comiendo, defecando, destruyendo, creando, soñando, viviendo, riendo, bebiendo, follando, masturbándose y llorando.

Inagotables repertorios en los predecibles y repetitivos libretos del ser humano, el mamífero lampiño y sin zarpas.


Todos, una y otra vez, con el único objetivo de transmitir nuestro preciado D.N.A.


¿Que me dices?

Las mejores marionetas del Universo. Si, Muy posiblemente. Y la ciencia... Como la más devota de las madres, siempre atenta a explicarnos el por que de todo...

¡Apuesto los malditos cinco dedos de mi mano izquierda a que se queda corta antes de poder saber lo que estoy a punto de hacer. Ni el por que!"


Dos gruesas gotas de sudor me hacen olvidar levemente el discurso mientras resbalan por mi frente en aquella sofocante habitación. Una suerte de cuchitril miserable de 2 x 2 Mts de madera, lo que en aquella hora del día y en aquella época del año, era prácticamente un sauna. Claro, sin las comodidades de tal.


Una pequeña ventana de ventilación limitada, abierta pero con un viejo cubre camas a modo de cortina protegía la estancia de los rayos del astro rey, así como de las posibles ventilaciones furtivas. Siendo iluminada por una suave bombilla de unos cuarenta watts que colgaba al más viejo estilo de las salas de interrogatorio de las películas policiales de los 90's.


Caminaba algo nervioso, rodeando la silla que permanecía en medio de la estancia.

Bueno, unos pocos pasos bastaban para rodearle.


La verdad es que estaba muy nervioso, nunca había hecho algo como aquello, y francamente nunca, ni en lo más remoto de mi mente imaginé que llegaría a estos extremos. Pero la desesperación es cruel, e igualmente ignorante a todas y cada una de las leyes de la cordura.

Por más que mi huésped estuviese en el más sepulcral de los silencios y en la más estática de las quietudes.


"Quizá eso era control... O tal vez miedo. Si, sin duda era miedo, como el que un mortal tendría al verse en la impotencia de enfrentarse a su creador".


Aún así, es una situación sumamente desagradable para mí, lo juro.

Desagradable, pero necesaria.

No podía darme el lujo de flaquear. Menos ahora.


Recuerdo el tiempo, las largas horas en aquellas cálidas noches de verano a su lado, o esos hermosos pero fríos atardeceres invernales acompañados solo por el incesante y poderoso sonido de la lluvia en el aquel precario pero romántico tejado.

¿Cuantos años habrán sido? Ya ni era capaz de recordarlo, solo sabía que habían sido muchos.

Todo ese tiempo de inversión, de trabajo constante, codo a codo... Echado todo por la borda.

¿Como no sufrir aun que sea un poco por ello?

¿Puede acaso levantarse el dedo y culpárseme por ello? Sin duda esto me duele más a mí. Puedo apostar mi otra mano y hasta el antebrazo a ello.


Esta molesta y fría sensación del sudor de mi mano y el metal de aquel objeto. Tantos años sin usar algo así, y jamás pensé que llegaría a usarle para una ocasión semejante.

Menos con lo que más amara una vez en toda la faz de esta malsana Tierra.


Hago sonar aquel instrumento solo para recordarme lo real de esta onírica situación. Ese ¡click-clack! tan pequeño, fugaz y a la vez poderoso. Un sonido tan escuálido sin duda ante los colosales bocinazos de nuestra actual contaminación acústica.

Insignificante ante el poderoso ladrido de un Rottweiler, o incluso ante el pintoresco ringtone de un teléfono celular de hoy en día.

Pero tan imponente en esta ocasión... Tan cautivador y a la vez horrible.


"Click- Clack!"

"¿No es jodidamente abrumador?

Tan glorioso e inminente, como cuando se mata al malo en las películas de suspenso.

Tan malditamente aterrador, como lo que seguramente sentían en sus estómagos los gladiadores en el coliseo en espera del imparcial pulgar del emperador."

Bueno, los que aún conservaban un estómago.


¿Y si me largaba y olvidaba todo aquello?

¿Adiós, buena suerte y tan amigos como siempre?


"Creo que me he estado obsesionando por algo muy insignificante, ¿Sabes?, a veces no puedo evitar ser tan Tiquismiquis. Cosas pequeñas pueden desbordarme...

Desde luego, pequeñas para el mundo, pero no para mi. Para mi son sumamente importantes. Pueden ser tan valiosas y notables para todos como caca de hormiga pero para mi valen lo mismo que podría llegar a valer un diamante negro en bruto arrancado desde las entrañas mismas de la Atlántida...


Y Esto!..."


Enfurecido frente a la silla, mostrando mi diabólico instrumento para aquel propósito. Me segué de ira y actué.


Ya no podía dar pie atrás.

Ya no podía.


"CLICK-CLACK"

"...ESTO ES MI DIAMANTE NEGRO!!"


Dejé caer el Zippo encendido sobre las incontables hojas de mis escritos, libros, cuentos, poemas y hasta una novela.


Embadurnados todos en el particular agridulce y volátil perfume de la parafina. Descansando enmudecidos sobre la siempre fría y algo oxidada silla de metal, donde tiempo atrás me sentara a escribirlos.


Me quedé viendo como las llamas devoraban todo cuanto hube amado y creado.

Me quedé y vi a las flamas danzar hasta que parecían enloquecidas por no tener más que de que alimentarse.


Apagué el fuego, y me quedé un instante luego de que el humo abandonara la habitación para sentir el singular olor de aquellas cenizas.


Afuera. Ya estaba pronta la puesta de sol y una bella y radiante Luna llena se asomaba desde la cordillera.


Daría una vuelta sin duda alguna, luego me retiraría a dormir. Quizá me hubiese fumado un cigarrillo, pero recordé que había perdido el encendedor, y que dejé de fumar hace cinco años.

No, no sería capaz de dormir así como si nada en una noche como aquella.

Antes sin duda escribiría... Si, escribiría.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Nadar...



No hay nada más curioso en la vida que el arte de no hacer absolutamente nada.

Dejar que las motas de polvo se acumulen una tras otra sobre los imperceptibles granos de arena dejados caer por el agotado padre tiempo.

Que la vida transcurra como guiada por una cansada y anciana madre naturaleza, apacible, suavemente, cuadro a cuadro, tan cerca a la quietud absoluta, como un cadáver que recientemente ha comenzado a descomponerse. Con los minutos como larvas que poco a poco se acumulan en las entrañas de una madre que solo parirá los estancados hedores de la tumba, con lo amado, lo atesorado, lo apreciado y respetado que como la sangre de un despojo, aun que una vez fuese tibia, hoy pasa a formar parte de un estancado, coagulado y pútrido sistema linfático.

Todo, absolutamente todo, sin importar la velocidad que posea, sin importar la premura o la calma, todo se ve tan detalladamente ante los ojos del estancado eterno espectador, tanto que hasta podría ser capaz de predecir el próximo movimiento del sujeto u objeto en cuestión, pero se está tan cómodo, tan apacible en la cálida fetidez del torpor, que realmente no hay motivación, catástrofe o tormenta en el mundo que retire a los eternos coyotes de su acostumbrado ritual de llamado a su eterna lejana y a la vez burlesca compañera luna.

Cada día, cada noche, cada minuto, segundo, año, quizá incluso década, transcurría así ante sus ojos, todo tan distintamente igual... todo tan idénticamente distinto, que no era capaz de notar si era hoy, ayer o posiblemente mañana. Las moscas temían menos a despegarse de sus cómodas heces que el de su ritual a los dioses del vacío perpetuo.

Se sentaba a mirar cada día de su vida a la nada en el rostro de los caminantes, la nada en la forma de los cúmulos y nimbos. La nada cayendo dentro de cada hoja reseca por esa abrasadora nada que habita a su vez en esa otra nada que la gente sin rostro llama calor, solo para disimular que es algo.

Una rutina tan espesa e inerte como la de una pensativa estatua azotada por los años. Tan poderosa y coherente como la armadura de un cruzado que ha caído de su caballo, con unos cuantos sarracenos a punto de echarle algo más que una mano.

Ese día... ¿Lunes?, ¿Tal vez Martes?, la verdad todos habían perdido su nombre. Ese día, la hoja cayó, la nube se deshizo, las sombras sin rostro pasaron, y tras ellas... Ella pasó. Ella...

Algo había dejado de ser un "algo" para ser "Ella".

Sus labios resecos, casi petrificados por la sequedad del tiempo, repentinamente se abrieron, partiéndose en las comisuras por la ausencia de actividad durante largos periodos... se abrieron como si intentasen a su vez dar paso a algún sonido, pero no salió más que el aliento de la sequedad de haber olvidado el que y el como... "Decir".

Una de esas sombras repentinamente había dejado de "No" tener rostro, había dejado de ser una sombra, de ser polvo de nada en la nada árida de aquel cálido viento... "VIENTO". Recordó como se llamaba eso que había sacrificado a la espesa nada. Se puso de pie, los huesos le dolieron, recordó como se llamaban "Huesos"... Quizá dolían por que ahora sabía como se llamaba también esa sensación... No, siempre lo había sabido... Solo que volvió a él en imagen y en sentir. Todo comenzó a oler, a sonar, a moverse, a caer, a subir, a envejecer, a nacer, a morir y a doler... "Todo"... "TODO!". El antagonista de su vieja amada, la nada, se hacía presente en uno solo de sus "pestañeos"... Las palabras, los nombres, los conceptos, las ideas, todo comenzaba a emerger con violencia, rompiendo las paredes estomacales de la negrura del "Nihil", para volver a apoderarse del mundo. Miró sus viejas y descuidadas "manos", otro nombre llegó a él, "MANOS". Y entonces comenzó a fijar sus nuevas ideas y sensaciones para no caer presa de una borrachera de imágenes y sensaciones.

Así permaneció unas horas, esta vez ya no sumergido en la "NADA" que también poseía nombre ahora, si no en unas marejadas de ideas y recuerdos con formas y colores. Hasta que recordó... "ELLA". Algo que variaba en la rutina del vacío. Quien era ella, ese "Rostro", ese cabello largo negro, había visto, sentido, olido y hasta estaba seguro de haber acariciado ese cabello... Pero ¿Donde? ¿Cuando ?... Había tantas preguntas, y absolutamente ninguna respuesta. Posiblemente las hubo, si... Pero yacían bajo millones de escombros de negación. Ahora que se puede ver, se lamenta tanto el haber sido ciego.

Las noches y días siguientes se cobijaron en un rompecabezas insomne para desentrañar el origen de ese rostro y las sensaciones provocadas por el mismo. Las tardes nuevamente, como en los antiguos rituales de contemplación de la "Nada", se pasaron en exactamente el mismo lugar, solo para esperarla. Las sensaciones eran embotadoras, y la angustia de la incertidumbre era aun mayor, tan grande que probablemente aun que hubiese vuelto esa enigmática mujer, él, devorado por las angustias, no lo hubiese notado...

¿Quien era ella? ¿Por que provocaba semejantes sensaciones? ¿Por que Josefina estaba como a sangre y fuego tan fuertemente marcada en su mente?...

"¡¡JOSEFINA!!" Ese era su nombre... Conocía su nombre, como conocía el de las nubes, árboles... el de todo. Pero por que ella, Josefina, había generado ese "despertar" en él. Debía averiguarlo.

Se puso de pie, y recordando el camino que ella tomara la última vez en verla, con sus débiles piernas se dispuso a seguir su ruta a punta de instintos y por que no decirlo... algo de locura también.

Josefina, Josefina, Josefina, Josefina, Josefina, Josefina, Josefina, Josefina, Josefina, Josefina, JoSeFinA, JOSefina. joseFINa, ¡¡JOSEFINAAAA!!

¿Quien demonios eres Josefina? ¿Le has hecho un bien divino, o un mal atroz como para que tu nombre martilleé de esa forma su lacerada y casi atrofiada mente?

La evocaba... tanto a ella como a una respuesta, obtenía imágenes, si, imágenes confusas, mudas, fragmentadas. Ella riendo... en sus brazos... una noche, o más bien... un atardecer... Pero algo pasó.... Algo pasó más allá de eso, algo provocó esa herida en su cabeza que solo ahora comenzaba a sangrar.

Recordaba un muelle, un muelle viejo desde donde el veía el vasto Océano. ¡No!... Él no le veía... Ellos le veían. Él y Ella. Cortaron la palma de sus manos, unieron sus manos... su sangre se unió y cayó a las aguas donde estaría por siempre en todos los océanos del mundo. Y así ellos estarían en todas partes allí donde llegara el océano.

Torpes lágrimas salían de sus ojos, le impedían ver, le impedían caminar con claridad. Hasta que un sonido golpeó sus oídos y una mortecina luz dorada hirió sus cansados ojos. El atardecer acariciando aquel mismo muelle grabado en su mente. Torpemente se acerca como un niño tímido que recientemente se abre a las impresiones del mundo, y probablemente así era.

El sonido del mar le sonaba como una triste melodía que no hacía más que hacerlo donar a él sus lágrimas... ¿Que había pasado?

¿Que había pasado Josefina? ¿Algo mío te hizo daño? ¿Alguien te hizo daño? ¿O fui yo mismo?

Entre las luminiscencias cercanas al crepúsculo, divisó una tenue silueta en las aguas en contraste con la rojiza luz... Era ella...

Sin dudarlo un segundo, se arrojó a las aguas en su búsqueda. Ella sabía, ella sin duda le guiaría a esa luz...

Ella sería su Prometeo.

El agua ingresaba a sus pulmones por sus fosas nasales... Recordó la "Desesperación", aquella abstracta solidez del mar era tan frágil y mortífera, dispuesta siempre a dar su abrazo final a cualquier huésped no convidado.

Le veía entre las crecientes e informes olas... O en su mente... No estaba seguro de como, pero si de que le veía con toda claridad.

Veía que ella le había amado, y él a ella, que mucho tiempo estuvieron juntos, compartieron pasiones y desventuras, fantasías y amarguras.

Las aguas le reclamaban en sus insondables tinieblas y gelidez, ella le llamaba apacible un poco más allá, un poco más cerca del moribundo Sol.

Y le veía...

Ambos se amaban con locura, ella amaba también su carrera, y abortó el único prodigio de su amor. Ella le contó de esto por supuesto, pero días luego de haberlo hecho. Le explicó que era la única forma de jerarquizar por su porvenir, que lo sentía, pero no había otra salida.

Ese amargo y salado sabor se hacía insoportable cada vez más... Estaba en desesperación pura, pero a la vez el aire le abandonaba y era cada vez más seducido por la profunda oscuridad sin fin a dejarse llevar.

Trato de seguir hacia ella, de alcanzarla antes de que se perdiera en las confusas sombras nocturnas. Y vio cuando un hombre... un médico le mostraba unos papeles... Unos "Exámenes", y le explicaba que por un problema, por culpa de una reciente enfermedad, una afección infantil a edad adulta, había quedado completamente estéril.

Se vio sufrir, se vio odiarla a la vez que la amaba, y se vio ahogarse, pero no en los Océanos, portadores de la sangre de su amor. Si no en bebidas y sustancias calmantes así como en vehículos del delirio que le hacían evadir y le ayudaban a calmar sus dolientes frustraciones.

Estaba cerca de ella... Estaba también cerca de perder el conocimiento y las fuerzas... Aun podía verle, aun le veía desde un rincón en la calle, donde sus cabellos sucios y su barbudo rostro, así como sus ropas hediendo a orines y demases vestigios del descuido le apartaban de su amada Josefina así como de la vida. Donde él, en una delirante especie de animación suspendida no reconocía a nada ni nadie... Ella se paró en frente de él una mañana, le observó, no tuvo el valor de acercarse, derramó dos lágrimas y comenzó a recorrer el camino hacia el muelle.

Él le siguió torpemente, solo para llegar al muelle al atardecer y ver como una ambulancia, bomberos y policía sacaban a Josefina sin vida de la infinita boca de los océanos...

La nada, aun reinante en él, en esos imperios forjados por Años de Disociación. Devoró y flageló esas imágenes, y como en todos esos años de destructiva autocompasión, le hizo tomar el camino fácil, el de la negación...

Taparse los ojos y fingir invisibilidad ante todo el mundo, las eras y los procesos de la vida misma.

Estaba en las tinieblas... Ya no la veía... Ya no la olía ni escuchaba, pues su mente se aclaraba en aquel espacio de eterna frialdad...

Estaba solo en medio de la oscuridad, flotando, suspendido en la más inmensa y palpable oscuridad.

Y vio entonces la más inmensa de las verdades.

Que estaba absolutamente solo.

Estaba flotando... La oscuridad lo reclamaba, le invitaba a rendirse ante otro camino fácil y sin retorno.

Pero ya la Nada no surtía el mismo delicioso efecto sobre él.

La droga aquella había perdido su efecto, pues su doliente había luchado con bravura para retener entre sus dominios la maravillosa palabra "Recordar". Despertada por la frialdad de los tentáculos abisales de oscuridad.

Entonces recordó una cosa que se llamaba "Nadar". La orilla estaba lejos... No tanto como la Nada.