viernes, 9 de enero de 2009

TENEBRIS


Los pedazos se revuelven poco a poco, como motivados por una fantasmal ventisca.

Aumentan la intensidad giro tras giro. El remolino espectral es tan sólido como la mortaja trémula que se forma de él.

Se agita, grita y se convulsiona. La columna hecha añicos por las eras se estructura dolorosamente, cruje, la ennegrecida medula se forma poco a poco. Los gritos comienzan a tomar forma y consistencia.

La mortaja se levanta, en ella, un cuerpo, un ser famélico lucha por ponerse de pie, por caminar fuera del circulo. El aprendiz de mago permanece en silencio, paralizado por el horror y por la incredulidad de que esos polvorientos grimorios estuviesen en lo correcto. Loco le llamaron, LOCO! Más el era un genio, ahora lo comprovaba.

la figura tomó más substancia, el dolor era una con aquél ser. Ahora parecía corpulento entre esas mortajas mal olientes. El muchacho tembló, se aferró del talismán forjado en los rayos del dios Nanna, y se paró lo más aguerrida mente frente a la nefanda figura.

- Yo soy el sacerdote! - Gritó el joven aprendiz. - Yo soy el que te ha liberado de los negros posos del Sheol, Absu. Sométete a mi!... Destruye a mis enemigos!.

El ser permaneció en silencio. La nada de su rostro y sus inexistentes ojos miraron fijamente en el interior del corazón de aquél muchacho.

"El miedo te hace ser tu propio enemigo"

El críptico silencio de aquellos minutos los sumergieron en una terrible letanía de eternidad. El ser miró a su alrededor, contempló el circulo que le mantenía atado y encerrado del resto de aquél plano inferior. Y vio una imperfección en un trazo, una ínfima apertura que el joven pasó por alto presa de la ansiedad de sus tórridos deseos.

El ser en la mortaja, levantó su mano izquierda lentamente para finalmente señalar al joven.

Este, pasmado, contempló como el ser ponía un pie fuera del circulo.

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