domingo, 30 de agosto de 2009

...La Torre Cae.




Avanzaron por pasillos enteros que se derrumbaban con el menor esfuerzo. Parecía imposible que un castillo como tal se derrumbase así de la nada, pero ocurría, poco a poco, cada vez ese colosal prodigio del poder se hundía más y más en la nada.
Estaban próximos al salón central para proseguir con la evacuación. Hasta que Manfred en ese momento hubo despertado y hablado.
- Erich, no. Llévame al laboratorio de transmigración. -.
- Pero Manfred, no vas a hacer un experimento ahora, menos que el castillo se está derrumbando. -, Respondió Erich en tono consternado. – No seas tonto, larguémonos de aquí.
- Erich por favor... – Manfred miró a su amigo, su mirada ingresó a la de él, como comunicándole exactamente sus intenciones.
Erich, molesto consigo mismo, llevó a Manfred a los laboratorios. Había algo en él, le indicaba tanta tranquilidad, como si supiese exactamente lo que hacía.

Le recostó en la camilla, para antes de proceder.
- Manfred, tengo que comentarte antes de que hagas lo que hagas que Otto... -.
- Sé lo que le ocurrió a nuestro amigo Otto. -, Responde Manfred con plena calma.
Erich le mira asombrado ante semejante comentario, pero no se detiene a establecer juicios racionales, no hay tiempo.
- Manfred, entonces como sabrás, ya perdí a Otto. -. Continuó levemente afectado Erich. – Y no quiero que mi otro amigo, el único que me queda muera por mi culpa -.
- Nadie va a morir Erich, solo confía en mí -, dijo Manfred mientras le tomaba la mano a su amigo y por primera vez en toda su vida le dedicaba una sonrisa. – Ahora haz lo tuyo y luego lárgate, no te preocupes, no va a pasar nada que no deba pasar.

Por algún motivo Erich, confió en su amigo, le inyectó los componentes en las medidas exactas. Se quedó ahí unos instantes... el lugar ya se había comenzado a derrumbar con mayor violencia... No quiso abandonar a su amigo. Quiso mandar al demonio todas esas ideas que este tenía y solo sacarle de ahí por la fuerza. Pero por algún motivo confiaba en él. Debía confiar en él.
Salió rápidamente de aquel lugar en vías de ruinas tan veloz como pudo. Una vez este estuvo afuera, a los pocos minutos el lugar se derrumbó al completo. Todos estupefactos afuera, contemplando como el glorioso bastión del poder y conocimiento, el antiguo castillo de los caballeros de la Eisenkreutz ahora no era más que escombros y polvo. La gran torre que debía ser destruida hasta sus cimientos para comenzar con algo totalmente nuevo.
Stranz elevó sus pensamientos a su amigo, le deseó la mejor de las fortunas en sus nuevos destinos, y rogó por que se encontrasen pronto en un mundo sin torres oscuras.